1.-Período predinástico
En esta época se inicia la división del valle del Nilo en
dos zonas: la del delta o Bajo Egipto, y la parte septentrional del valle o
Alto Egipto. Se reconocen aquí la presencia de culturas que vivían de la caza,
la pesca, la ganadería y el cultivo incipiente de cereales. En la transición
hacia el uso de los primeros metales se muestra un avance en las técnicas de
elaboración de cerámica y en la fabricación de vasos de piedra, y el empleo de
objetos de cobre forjado.
La cultura de Gerze, desarrollada hacia el año 3500 a.
C., ocupó las técnicas metalúrgicas y la decoración de la cerámica. Hacia el
3300 a. C., la cultura nagadiense representó el tránsito hacia la época
histórica.
2.-Imperio Antiguo (3100-2160
a. C.)
A finales del cuarto milenio a. C., el rey Menes,
procedente del Alto Egipto, unió a todo el país y fundó la primera dinastía.
Desde entonces los faraones ostentarían el poder del Alto y Bajo Egipto.
En esta época se crearon y consolidaron las características
específicas de la civilización egipcia, tales como la organización política, la
escritura, la arquitectura y el arte, entre otras manifestaciones culturales.
Las primeras dos dinastías se denominaron tinitas, por
tener su capital en Tinis, período en el cual se produjo un aumento en la
prosperidad económica del pueblo egipcio. Con la III dinastía, iniciada hacia
el 2686 a. C., la capital se trasladó a Menfis y los faraones iniciaron la
construcción de las pirámides, que sustituyeron a las mastabas (construcciones
en forma de pirámide truncada) como tumbas reales. En esta dinastía destacó el
faraón Zoser, quien tuvo como consejero a un sabio llamado Imhotep, el primer
científico conocido de la historia, que alcanzó renombre como médico, pensador y,
en especial, como arquitecto al construir la pirámide de Saqara.
Los faraones siguientes también quisieron tener sus
propias pirámides, sobre todo durante el período de la IV dinastía (2613 a.C.),
iniciada por Snefru y reconocida como la época de mayor esplendor de la
civilización egipcia. En este período se produjo la expansión territorial al
sur de la segunda catarata, se realizaron expediciones a Nubia y Libia, se
impulsó el comercio marítimo en el Mediterráneo oriental; se inició la
explotación de las minas de cobre del Sinaí y de las canteras de Asuán y del
desierto nubio.
Snefru emprendió la construcción de la primera pirámide
auténtica, sin escalones. A su sucesor, Keops, se debe la construcción de la
mayor de las pirámides en Gizeh. Kefrén, hijo de Keops, construyó otra más
pequeña. La tercera de las grandes pirámides fue levantada por Micerinos. Pero
este auge arquitectónico comenzó a decaer bajo las dinastías V y VI. En la V,
iniciada hacia el 2494 a. C., se produjeron modificaciones en el modo de
gobernar, como consecuencia de la influencia del clero de la ciudad de
Heliópolis, que impuso la supremacía del culto al dios Sol.
Durante la VI dinastía, el gobierno de Pepi II -quien
asumió siendo muy pequeño- propició el traspaso del poder del faraón a los
gobernadores de las provincias (nomos), lo que se manifestó en la proliferación
de grandes tumbas privadas. Al final de este reinado, las invasiones de los
pueblos asiáticos en el delta del Nilo y las revueltas populares sumieron al
país en el desorden y la desorganización política.
Durante el primer período intermedio, comprendido entre
los años 2160 y 2040 a. C., se sucedieron las dinastías VII y VIII en Menfis,
la IX y la X en la Heracleópolis y la XI en Tebas; esta última se impuso en
todo Egipto durante el reinado de Mentuhotep II, quien expulsó a los invasores
del delta y reanudó el comercio con Asia y el sur de Egipto.
3.-Imperio Medio (2040-1786 a.
C.)
Los faraones de la XII dinastía consiguieron terminar con
el poder de los gobernadores gracias al apoyo de los sacerdotes de Amón.
Sesostris III y Amenemhet III emprendieron expediciones
militares contra los pueblos vecinos, extendieron la influencia egipcia al
Cercano Oriente y a Nubia, e impulsaron el comercio, la minería y la actividad
agrícola.
Entre los años 1786 y 1567 a. C. se produjo una nueva
desintegración del estado, que favoreció la invasión del pueblo asiático de los
hicsos, quienes utilizaron caballos y carros de guerra -desconocidos por los
egipcios- para imponer su poder.
Los faraones de la XVII dinastía de Tebas lograron vencer
a los hicsos. Kamosis hizo retroceder a los invasores hasta su capital, Avaris,
y su sucesor, Ahmés I, los expulsó.
4.-Imperio Nuevo (1567-1085 a.
C.)
Con Ahmés I se inició la XVIII dinastía. El faraón restableció
el poder egipcio en el norte de Nubia y controló a la nobleza.
Amenofis I y Tutmosis I extendieron las fronteras hasta
la tercera y cuarta cataratas, e iniciaron una nueva época de esplendor.
Con Tutmosis III el reino alcanzó su máxima extensión, y llevó
el poder egipcio hasta el río Éufrates.
Los reinados de Amenofis II y Amenofis III mantuvieron el
esplendor del imperio nuevo. Amenofis IV impulsó una reforma religiosa
monoteísta centrada en el culto al disco solar Atón, cambió su nombre por el de
Akhenatón, y trasladó la capital a Aketatón. Tutankamón, yerno de Amenofis IV,
restableció los antiguos cultos, pero murió prematuramente y el general
Horemheb se proclamó faraón, reorganizó el estado y combatió a los hititas.
Con Ramsés II, la ciudad de Tebas alcanzó una gran
prosperidad. Se llegó a un acuerdo con los hititas tras la batalla de Qadesh y
se restauró el esplendor de Tutmosis III. El último faraón poderoso de la XIX
dinastía fue Menefta, quien se enfrentó exitosamente con los pueblos del mar.
Ramsés III, de la XX dinastía, rechazó a los invasores y
consiguió algunos años de paz.
A fines del segundo milenio, Egipto había perdido su
poder y prestigio en el Cercano Oriente. Mientras, en el interior del país,
nobles y sacerdotes acaparaban las riquezas en medio de una generalizada
situación de pobreza.
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