viernes, 10 de mayo de 2013

"Colonización Griega"



LOS SIGLOS XI y X: LA PRIMERA COLONIZACIÓN
Hacia el año 1000 se efectuó una oleada de asentamientos del pueblo griego, aunque no fue planificada para servir de refuerzo de los núcleos de población ya existentes. De hecho, fue bien distinta a la colonización de la posterior época arcaica pues se trataba de grupos independientes de emigrantes jonios conducidos por aristócratas, a los que luego se recordaría como fundadores de las nuevas ciudades. En el caso de Atenas: la dirección corrió a cargo de la propia familia real ateniense. Del mismo modo, focidios, eubeos y beocios participaron de esta migración.
El desarrollo de las ciudades del oeste de la península griega patente en las regiones de la Argólida, el Ática y Tesalia es una de las consecuencias que arrastra este acontecimiento ya que, a través del Egeo, entraron en contacto con regiones más avanzadas de Asia menor. La población del interior se desvió hacia las zonas costeras para establecerse y lograr mejoras económicas. Posteriormente, los lazos con las localidades del otro lado del mar y el acelerado proceso de desarrollo y prosperidad de las ciudades hicieron que las comunidades griegas más activas volvieran los ojos hacia el Egeo y hacia sus regiones interiores, de manera que se convirtió en el centro de la civilización griega.
Sin embargo, el descuido de las vías terrestres del interior y de las marítimas como el Golfo de Corinto no podía durar demasiado tiempo, de forma que el modelo cívico griego se rompió. Por ello, Tesalia entra en una era de atraso y oscuridad, Corinto desvía su atención al Mediterráneo occidental, Esparta comienza a tener importancia y surgen los santuarios panhelénicos de regiones marginales como la Fócide y la Élide.
CAUSAS DEL MOVIMIENTO COLONIZADOR
La dinámica política seguida por las poleis griegas a comienzo de la época contenía el descontento que generaría una profunda crisis social, fundamentada en el desigual reparto de la riqueza, es decir, la concentración de la mayoría de las tierras en manos de unos pocos, mientras que la mayor parte de la población apenas subsistía con pequeños lotes.
Además, hay que añadir que sucedieron otros hechos que empeoraron la situación. Primero, la culminación del crecimiento demográfico que se venía dando desde la Edad Oscura por todo el territorio heleno; en segundo lugar, la escasez de tierras cultivables por causa de las difíciles condiciones orográficas y el acaparamiento de las más fructíferas y de mayor extensión por unas pocas familias y, por último, el cese de la distribución de las tierras de propiedad comunal.
Ante esta situación, los propios griegos proponían soluciones tales como la reducción del número de hijos, que heredaban a partes iguales las propiedades paternas. Pero esto implicaba que los futuros hijos se encontrarían con unos campos de trabajo tan reducidos y tan improductivos que no podrían subsistir.
Cualquier adversidad como una mala cosecha o una sequía provocaba estragos entre los campesinos. Su única salida era pedir préstamos a familias ricas, pero esto no solucionaba el problema. Como era imposible devolver el préstamo por lo mismo que se había producido la escasez, el campesino y su familia caían en poder del acreedor en calidad de esclavos.
Poco a poco, el proceso se agravó, y llegó a tales límites que en las ciudades se asistió a un cambio de sistema político. Así pues, surge la figura del legislador que al final se transformará en la del tirano.
Esta evolución política se favoreció con otros elementos, por ejemplo, el militar. Hasta el siglo VIII aproximadamente, la guerra estaba basada en el combate regular, en el guerrero de carro o a caballo, que soportaba el gran peso de su equipo defensivo. Este modo de lucha conllevaba una serie de circunstancias políticas como la existencia de la aristocracia, que designaba a aquellos que eran aptos para defender la patria.
En el primer cuarto del siglo VIII se observan cambios en la estructura de la milicia, tanto en la táctica como en las armas. Florece entonces el ejército de los hoplitas, que paulatinamente se iría implantando en el mundo griego. Su armamento era mucho más ligero y de mayor capacidad ofensiva y la formación de ataque se componía de una línea cerrada, donde el individuo era considerado como una parte de la colectividad. Este ejército necesitaba muchos soldados capaces de financiarse el equipo y sólo se podían conseguir tirando del campesinado. De esta forma, con una responsabilidad cívico-militar, los hoplitas pasaron a ocupar un puesto importante en la sociedad griega arcaica, aunque el oligarca tuviera que consentir la formación del mismo.
Otro factor de gran relevancia es el comercio. Aunque por aquella época estaba en manos de los fenicios, los griegos, basándose en la experiencia de ésos (por ejemplo, adoptaron su forma de navegación y la estructura de los barcos), supieron crear su propia red de comercio a pesar de que no era ésa su intención en un primer momento. Concretando, el asentamiento de núcleos griegos en tierras ultramarinas abrió nuevas perspectivas, mercados inexplorados, pero ellos no pensaron en fundar colonias para tejer su entramado comercial.
Parece inverosímil que esta actividad pudiera darse en el estado en el que se encontraba la Grecia arcaica. En efecto, era inexistente en un principio: no había excedentes en la agricultura que permitieran la puesta en venta de los productos y los artesanos o demiurgos se limitaban a abastecer a su vecindario y a los nobles de la ciudad. El paso del tiempo modificó estas circunstancias, aunque no en todas las ciudades se produjo con la misma celeridad. Los artesanos, en buena parte extranjeros, y la producción de vino y aceite contribuyeron a lograr los excedentes vitales para el comercio. Esto también ayudó a la introducción de la moneda en el siglo VII.
Esta estabilidad hizo que se volviera a abrir la comunicación entre las poleis y las colonias jonias de la península de Anatolia fundadas en la Edad Oscura. Asimismo, los griegos se relacionaron con otros pueblos comerciantes para el intercambio de materias primas. Bien vale como muestra de ello el interés puesto en el puerto de Al-Mina, situado en la desembocadura del río Orontes, que se dedicaba de manera exclusiva, al parecer, al comercio entre el mar Egeo y la región de Siria, la cual importaba material traído desde tierras lejanas.
Además establecieron contacto con la poderosa Cartago, colonia fenicia que impulsaba crear su propio imperio comercial con establecimientos en el sur de Hispania, tales como Cartago Nova y Malaca, en las islas Baleares, el oeste de la isla de Sicilia, Córcega y Cerdeña. Para la colonización griega fue una verdadera suerte que los fenicios y los púnicos se mantuvieran en los límites de su estrecho eje, sin mostrar voluntad de salirse del mismo.
Finalmente, cabe reseñar algunos hechos puntuales que determinaron las expediciones coloniales. La excepción del puerto de Al-Mina en la zona siria es uno de ellos, al igual que Naúcratis en Egipto, pues no era una apoikia, sólo eran unos cuantos mercaderes griegos que se limitaban a intercambiar mercancía con Asia. La presión persa sobre Focea hizo huir masivamente a sus habitantes a Córcega; los hijos ilegítimos de las espartanas, al no tener derechos cívicos, resolvieron en la fundación de Tarento, en el sur de Italia; una ola de calcidios marchó a Region, también en el sur de Italia, por causa de las luchas con los eretrios por el dominio de la llanura lelantina o cómo, según las leyendas, Archias partió de Corinto para fundar Siracusa por el asesinato de un joven.
III. CARACTERÍSTICAS DE LAS COLONIAS
LA FUNDACIÓN
La decisión de fundar una apoikía corría a cargo de las recientemente creadas poleis griegas, a pesar de que también existió la iniciativa privada e incluso colonias que fundaron sus propias colonias.
En la metrópolis, que así es como se denominará la ciudad de origen, elegían primero el lugar de colonización y consultaban a los dioses para que les dieran su beneplácito, normalmente en el oráculo de Delfos; después, escogían al oikistés, el fundador, siempre procedente de una familia aristócrata, y por último, ordenaban el reclutamiento de los demás colonos (normalmente un diezmo de la población).
Éstos participaban a petición propia, pero en caso de falta de voluntarios, se recurría a sortearlo entre ellos. Esta decisión afectaba a todos los ciudadanos libres y además se tenía que respaldar con una serie de sanciones colectivas, entre las que siempre se incluía la renuncia a la ciudadanía de la metrópolis por parte de los que se marchaban.
El acto fundacional gozaba de gran religiosidad, tanto por las consultas realizadas antes de partir tanto por el traslado del fuego sagrado de lametrópolis a la apoikía que uniría las dos ciudades con lazos de parentesco y culto. Esta ceremonia era función propia del oikistés, que depositaría el fuego en un templo de la colonia dedicados a los dioses patrios. Respecto al oikistés se sabe que recibía honores de héroe una vez muerto pero existe una gran oscuridad documental en este aspecto. Parece lógico pensar que sería el primer dirigente de la apoikía con poderes casi absolutos, hasta que en la localidad se organizara un corpus de magistrados y se formaran las instituciones, siguiendo, claro está, el patrón de la metrópolis.
No se ha averiguado exactamente en qué medida participaba la metrópolis en el dictamen de las leyes por las que se regiría la colonia. Se puede suponer que daban directrices generales al oikistés susceptibles a modificación según las circunstancias. Esta incertidumbre se extiende al reparto de las tierras colonizadas, cómo se dividían los lotes, de qué forma se distribuían…
Se ignora si los oikistai, completada su misión, tenían que regresar a su patria o si se les permitía la permanencia temporal o vitalicia. Lo que sí se conoce es que los colonos no podían volver a no ser que tuvieran algún enlace en la metrópolis como un hijo o un hermano, aunque normalmente cada colono se trasladaba con su familia al completo.


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